Una buena propuesta musical se puede ir al traste comenzando por un volumen inadecuado. Y, en consecuencia, esta mala experiencia puede hacer que tu cliente abandone el establecimiento. El sonido responde a una imagen y una experiencia. A los valores y mensajes de tu marca. A cómo te gusta que te vean y a cómo quieres que te escuchen. Por todo ello, un proyecto musical bien trabajado incluye un control centralizado de los volúmenes de la música.
Es la marca quién decide la magnitud del sonido programando los equipos en base a unos mínimos y unos máximos. Si durante la experiencia de compra el consumidor considera que un volumen está demasiado alto, puede ser debido a dos causas:
- Los volúmenes de los equipos no están limitados y la persona encargada del turno ha decidido unilateralmente subirlos partiendo de un criterio puramente personal. Esta práctica no es aconsejable, ya que la marca pierde el control de su propia experiencia y puede dar una imagen que no es la que busca, perdiendo a su público por culpa de una rutina negativa.
- El volumen está limitado por la marca teniendo en cuenta una serie de decisiones de carácter comercial. De manera que, si el máximo es alto es porque se hace decidido de manera premeditada, ya que responde a un tipo de perfil de cliente que toma decisiones de compra en función de ello. Este tipo de prácticas se realizan, especialmente, en tiendas de ropa dirigidas al público adolescente, para que sea este quien tome la iniciativa.
Profesionaliza el sonido de tu negocio. Controla la experiencia musical que perciben tus clientes, porque la música, el ritmo y el volumen que le des marcarán el proceso de compra.